TEMA 2. ANEXO. LOS TIPOS DE TEXTO II. LA NARRACIÓN.
Definición: narrar es contar de manera secuenciada una serie
de acciones realizadas por unos personajes en un lugar a lo largo de un tiempo
determinado. Estas acciones, al igual que los personajes que las realizan y el
lugar donde se encuentran pueden ser reales o inventadas. Lo que pretende el
autor de un relato es que quien lo escucha o lee pueda ver con su imaginación
los sucesos que le está contando.
Nuestras comunicaciones
cotidianas están llenas de narraciones: charlando con un amigo le contamos qué es lo que hicimos el
fin de semana; si vamos al cine, asistimos a una narración de hechos; en el
periódico, los periodistas nos narran en cada noticia un suceso; al contar un
chiste, estamos reproduciendo un texto narrativo que alguien nos contó antes…
Elementos de la narración
Lee con atención el
siguiente texto:
San francisco encuentra a un pobre leproso y le da una
limosna; luego se va.
Reflexiona, sin embargo, vuelve y lo besa en las llagas
diciéndole: “¡Hermano!”. El pobre se lo agradece con una sonrisa luminosa. El
caballero vuelve a montar en su caballo y reinicia su marcha con el corazón
aliviado.
Poco después se vuelve para saludar con la mano al leproso;
éste ya no está. En su lugar ha florecido una rosa.
Maria Bonazzi y Umberto Eco: I pampini bugiardi.
Podrás apreciar que en
el se aprecian los siguientes elementos:
-personajes: San Francisco y el leproso.
-acciones que realiza cada uno: San Francisco le da una limosna al
leproso, se vuelve para besarle las llagas, se marcha nuevamente y se vuelve
para saludarle con la mano; por su parte, el leproso sólo sonríe al caballero y
después desaparece.
-tiempo: las acciones que realizan los personajes no suceden todas a
la vez sino que transcurre tiempo, mucho o poco, entre la primera y la última.
En el texto el tiempo transcurrido puede ser de unos minutos: el autor no lo
especifica, sólo sabemos que las acciones suceden una inmediatamente después de
la anterior (le da una pequeña limosna,
luego se va) o con un pequeño lapso entre ellas (Poco después se vuelve).
-espacio: los hechos ocurren siempre en un lugar. Los personajes
pueden moverse, con lo que el espacio cambia. En este cuento no hay referencias
explícitas al espacio narrativo, pero éste existe: el mendigo se encuentra
siempre en el mismo lugar y San Francisco se acerca y se aleja de él por dos
veces. Hay un espacio, pero no se dice cómo es.
-narrador: contempla los hechos y los cuenta de forma
ordenada; a veces incluso comenta y juzga lo que ocurre. En este cuento no
tiene ningún nombre, no sabemos quién es, pero
notamos su presencia: es ese alguien que sabe lo que sucedió, que considera luminosa la mirada del mendigo y que
conoce lo que sentía el corazón de San Francisco.
1. Los personajes
Son los que realizan las
acciones que relata el narrador. Hay distintos tipos de personajes:
-protagonista: lo que hace, o lo que le sucede, es lo que centra el
interés del narrador. En muchos relatos se trata de alguien que pretende
conseguir alguna cosa o resolver algún problema; entonces puede aparecer
también otro personaje:
-el antagonista, que es el personaje que se opone a las acciones del
protagonista e intenta que no consiga su propósito.
-secundarios: los demás personajes que intervengan en la historia
acompañando a los anteriores y participando en la acción son los personajes
secundarios.
El protagonista puede
ser individual, como Lazarillo de
Tormes, o colectivo, como la ciudad
de Vetusta en La Regenta o el pueblo
de Fuenteovejuna.
Según su caracterización
pueden ser planos, es decir, no
evolucionan ni representan conflictos psicológicos, siempre actúan como se
espera de ellos, como los héroes épicos; o redondos,
representan conflictos psicológicos propios de los seres humanos, no pueden
describirse de una vez, evolucionan a lo largo del relato y su mundo interior
es muy complejo, como Jaime Lannister en Juego
de Tronos.
2. La acción narrativa
En todo texto narrativo
se cuenta una historia: serie de acontecimientos que están relacionados entre
sí y que han sucedido en un determinado orden.
Pero una misma historia
puede ser contada de formas muy distintas y dar lugar a narraciones diferentes.
Compremos el anterior relato de la historia de San Francisco y el leproso con
el siguiente:
San Francisco baja de su caballo, abraza al pobre leproso,
besa sus llagas y le llama: “¡Hermano!”. El leproso se lo agradece con una
sonrisa luminosa que le hace a San Francisco sentir su corazón, ahora sí,
aliviado. Se había cruzado con él momentos antes, y le había dado unas monedas,
sólo monedas, como limosna. Y se había marchado. Pero reflexionó y volvió sobre
sus pasos.
San Francisco monta de nuevo y sigue su camino. Cuando se
vuelve para saludar con la mano al leproso, este ya no está. En su lugar ha
florecido una rosa.
La historia es la misma
pero el orden en que se narran los acontecimientos es distinta: ahora el cuento
comienza con el abrazo, y lo que había sucedido antes se narra como para
explicar la razón por la que el personaje se comporta así. La estructura de la
acción narrativa es diferente. La
estructura de la acción es la peculiar manera en la que en un relato
concreto se han organizado los acontecimientos que constituyen la historia.
En un relato la acción
está constituida por episodios. En este distinguimos claramente tres que
coinciden con cada uno de los párrafos: la limosna, el abrazo y la mágica
transformación del leproso en una rosa. En una narración más larga los episodios
pueden ser más largos.
El orden de estos
episodios depende del sentido del texto, es decir, de qué pretenda decirnos el
narrador. Pero siempre es posible distinguir, al menos, una situación inicial y
una situación final. Los sucesos que ocurren y los actos que realizan los
personajes son los que hacen pasar de la una a la otra.
A este esquema básico de
situación inicial-actos de los personajes-situación final corresponde un tipo
de habitual en muchos relatos: planteamiento, nudo y desenlace.
-planteamiento: se
cuenta quiénes son los personajes, a veces dónde y cuándo sucede la historia y
cuál es el problema o conflicto que se les afecta.
-nudo: se desarrolla ese conflicto narrando todo lo que los
protagonistas hacen para lograr su propósito o resolver su problema. En los
relatos largos suele ser la parte más extensa: múltiples episodios que se van
encadenando.
-desenlace: o episodio final, se narra cuál es el
resultado, es decir, si el personaje alcanza o no lo que se propone.
No todos los textos narrativos
se ajustan a este esquema. Un relato que comienza directamente en la mitad del
asunto se denomina “in medias res”, que es lo que sucede, por ejemplo, en Lazarillo de Tormes. A veces se comienza
directamente por la situación final, para contar más tarde qué es lo que ha
llevado a ese desenlace. Es la llamada narración “in extrema res”, que es lo
que sucede, por ejemplo, en el cuento de William Faulkner, Una rosa para Emilia. Comienza con el funeral de la señorita Emilia
Grierson, a continuación se cuenta la vida de este personaje para, finalmente,
volver al funeral y al descubrimiento que se produce al curiosear en la casa de
la difunta.
Cuando murió la señorita Emilia Grierson, casi toda la
ciudad asistió a su funeral; los hombres, con esa especie de respetuosa
devoción ante un monumento que desaparece; las mujeres, en su mayoría, animadas
de un sentimiento de curiosidad por ver por dentro la casa en la que nadie
había entrado en los últimos diez años, salvo un viejo sirviente, que hacía de
cocinero y jardinero a la vez. […]
El negro recibió en la puerta principal a las primeras
señoras que llegaron a la casa, las dejó entrar curioseándolo todo y hablando
en voz baja, y desapareció. Atravesó la casa, salió por la puerta trasera y no
se volvió a ver más. Las dos primas de la señorita Emilia llegaron
inmediatamente, dispusieron el funeral para el día siguiente, y allá fue la
ciudad entera a contemplar a la señorita Emilia yaciendo bajo montones de
flores, y con el retrato a lápiz de su padre colocado sobre el ataúd,
acompañada por las dos damas sibilantes y macabras.
En otras ocasiones el
autor prefiere no contarnos cuál es el desenlace de la historia, dejando que
sea el lector el que se imagine cómo termina; es lo que se llama final abierto.
Un ejemplo sería el siguiente cuento:
Una misteriosa noche de invierno en que llovía sin parar, se
me ocurrió bajar al sótano de mi casa en busca de una estufa, pues el ambiente
se volvía cada vez más frío por la humedad reinante. Ya abajo, empecé a sentir
el sonido de un goteo ininterrumpido. Justo cuando agudicé el oído para definir
de dónde provenía, sentí unos pasos firmes, cuya fuerza retumbaba en la
oscuridad del lóbrego recinto. Nítidamente percibí que se acercaban cada vez
más. De pronto, se cerró la puerta de un solo golpe seco, estruendoso...,
entonces, me asusté.
Estuve horas atrapado. Cada vez que intentaba abrir, se
sentía un pisotón en la puerta y al rato una risa chillona. Luego de varios
intentos me cansé. En eso, vi que la manija se movía produciendo un chirrido
espeluznante. Traté de definir a quién pertenecía y me encontré con una cara
tan grande como pálida de pelo castaño, largo, unos ojos blancos como la nieve,
y una bocaza de labios chuecos con unos dientes negros y torcidos.
Del susto, grité con todas mis fuerzas y “eso” me tapó la
boca con su manaza, me golpeó, fue tan fuerte que me desmayé, desde ese momento
no tengo nada claro, solo esos ojos blancos...
3. El tiempo narrativo
Hay que distinguir entre
tiempo de la historia y del discurso (o de la narración).
-Tiempo de la historia.
¿Cuándo suceden los
hechos? Es frecuente que el narrador haga alguna indicación más o menos
concreta de la época o del momento: Ayer me pasó una cosa…; El año pasado…;
Hace mucho, mucho tiempo… En otros casos el lector puede deducir la época a
partir de cómo son los personajes, cómo visten, etc. Pero también puede suceder
que no se haga ninguna referencia al tiempo, porque se quiere que el relato
tenga una validez universal.
-Tiempo del discurso.
¿En qué orden se han
relatado los hechos? En una narración
lineal se cuentan en el mismo orden en que sucedieron, pero el narrador
puede alterar ese orden mediante
técnicas diferentes. Ya henos explicado el concepto de “in medias res” y “in
extrema res”. Además, si lo considera oportuno, el narrador puede introducir en
un determinado momento de la historia hechos que sucedieron mucho antes (retrospección, analepsis o flashback), que suceden más tarde (prolepsis o anticipación) o que están ocurriendo al mismo tiempo en otro lugar
(simultaneidad).
4. El espacio narrativo.
Está constituido por el
conjunto de referencias que el narrador hace al lugar o lugares donde suceden
los hechos. Éste puede ser único (como en el caso de la película Buried (Enterrado), que transcurre en un
ataúd de madera en el que el protagonista se encuentra sepultado, o variar de
un lugar a otro, como en el caso de El
Señor de los Anillos (la Comarca, Rohan, Gondor, Mordor).
En ocasiones el espacio
puede estar sólo indicado y en otras descrito por extenso. E este caso, se
contribuye e crear un determinado ambiente que produce diferentes sensaciones
en el lector.
Para concluir, podemos
decir que el espacio puede ser real (Lazarillo va de Salamanca a Toledo) o
imaginario (Gondor o Mordor); interior o exterior, etc.
5. El narrador
Es el elemento estructural de la narración, que consiste, en esencia,
en la mirada que contempla los hechos narrados y la voz que los cuenta. Autor y
narrador no son siempre la misma cosa. Lee detenidamente este breve cuento de
Navidad:
Era la primera vez que estaba colgada; las luces a mi lado
parpadeando, rojas, azules, amarillas, la sensación de ingravidez… y luego la
alegría en la cara de los niños, esas caras de narices grandotas cuando se
acercaban a mirarme…
Lo mejor de todo fue la mañana en que, con ojos de sueño,
abrieron los regalos primorosamente envueltos, todo lazos, colores, risas,
sorpresas.
Pero todo toca a su fin, con mucho cuidado me bajaron del
árbol junto con mis hermanas y ahora espero la próxima Navidad desde la
oscuridad de una caja de cartón.
Paloma Casado Marco: Memorias de una bola.
La autora se llama
Paloma Casado, pero la voz que narra la historia, el narrador, es la propia
bola, que habla de sí misma y de y todo lo que sucede se está contemplando
desde su punto de vista. El punto del
vista de la narración viene condicionado por los siguientes factores:
-Dependiendo de la participación del narrador en la
historia, podemos diferenciar entre:
a.
Narrador interno: el autor construye el
relato fingiendo que la historia la cuenta uno de sus participantes.
El
más frecuente es el protagonista (es
el propio personaje el que habla de sí mismo y de lo que le pasó). Este tipo de
relato se conoce como narración en
primera persona (narración autobigráfica). Es el caso del cuento anterior.
Pero
a veces el narrador no coincide con el personaje principal, sino con un
personaje secundario que da cuenta de lo que el protagonista hace: es el narrador testigo. Un narrador testigo sería, por ejemplo, Watson en la mayoría de
los relatos de Sherlock Holmes.
b.
Narrador externo: relata los
acontecimientos desde fuera, no participa de la acción por lo que no suele
hacer referencias a sí mismo. Se trata de relatos con narración en tercera persona, como La Regenta de Clarín.
-Dependiendo del conocimiento que el narrador tiene de
los hechos, hay dos tipos fundamentales:
a.
Omnisciente: conoce todos los
aspectos y detalles del mundo que crea: lo que piensan y sienten los
personajes, sus intenciones, su historia anterior e incluso lo que va a pasar
con ellos después. La mayoría de los narradores de las novelas realistas del
siglo XIX serían un ejemplo.
b.
Objetivista: sólo muestra lo que los
personajes hacen o dicen, es como si captara su conducta y sus palabras con una
cámara de vídeo. Éste fragmento sería un ejemplo:
Entonces una joven del laboratorio llamó
y entró. Vestía pantalones y blusa blanca, y llevaba una bandejita con cosas
que puso sobre la mesilla de noche. Sin decir palabra, sacó sangre del brazo
del niño. Howard cerró los ojos cuando la enfermera encontró el punto adecuado
para clavar la aguja.
Raymond Carver: Parece una tontería.
-dependiendo de cuándo el narrador cuenta los hechos
(tiempo del narrador), nos encontramos con:
a.
Narraciones en pasado: los hechos supuestamente
han sucedido con anterioridad.
b.
Narraciones en presente: los acontecimientos
están sucediendo en el mismo momento en que el narrador los cuenta (sería el
caso de las retransmisiones deportivas por radio y televisión).
c.
Narraciones en futuro: mucho más infrecuentes,
en las que el narrador cuenta los hechos como si aún no hubieran sucedido. Un
ejemplo es el siguiente fragmento del cuento de Carlos Donatucci Tiempo futuro:
Mañana iré a encontrarme con mi destino. Lo haré sin temor
alguno, como corresponde a una persona de coraje. Tomaré el colectivo para
dirigirme a la empresa que publicó el aviso de trabajo que tanto necesito. Me
sentaré en uno de los asientos de a uno, junto a la ventanilla, como suelo
hacerlo. Me quedaré irremediablemente dormido. Un hilo de baba caerá sobre mi
saco para desagrado de todos los presentes. Me despertaré y trataré de
limpiarlo con el pañuelo. No sé si lo lograré.
-dependiendo de si el
narrador opina o no de los hechos
que relata:
a.
Objetivo: se limita a contar lo
que los personajes hacen o dicen sin hacer valoración alguna.
b.
Subjetivo: interviene en algunos
momentos, a veces interrumpiendo el hilo del relato, para valorar y juzgar los
hechos y dar su propia opinión, con lo que condiciona la interpretación del
lector.
En los relatos la voz
del narrador alterna con la de los personajes (diálogo).
PRÁCTICA DE TEXTO NARRATIVOS.
TEXTO
1. Una cinta azul de dos palmos y pico.
En aquel pueblo, como en todos los pueblos,
había niños ricos y pobres.
Uno
de los niños ricos cumplió años y le regalaron muchas cosas: un caballo de
madera, seis pares de calcetines blancos, una caja de lápices y tres horas
diarias para hacer lo que quisiera.
Durante
los diez primeros minutos el niño rico miró todo con indiferencia. Empleó otros
diez minutos en hacer rayas por las paredes. Otro diez minutos en arrancarle
una oreja al caballo. Y otros diez en dejar sin minutos las tres horas libres.
Esta última maldad fue haciéndola minuto a minuto, despacio, aburrido, por
hacer algo sin hacer nada.
Al
deshacer los paquetes, más aburrido que impaciente, había tirado por la ventana
la cinta azul con que venía amarrada la caja de lápices, una cinta como de dos
palmos, de un dedo de ancha, de un azul fiesta, brillante.
La
cinta fue a dar a la calle, a los pies de Juan Lanas, un niño despierto, de
ojos asombrados, pies descalzos y hambre suficiente para cuatro.
Juan
Lanas pensó que aquello era un regalo maravilloso, pensó que era lo más
maravilloso que le había ocurrido en la última semana y en la que estaba
pasando y seguramente en la que iba a empezar.
Pensó
que era la cinta con la que se amarran las botellas de champaña a la hora de
bautizar los maravillosos barcos que dan la vuelta al mundo. Pensó que era la
alfombra que usaron los liliputienses el día que se bautizó al hijo del Rey.
Pensó que sería un bonito lazo para el pelo de su madre si su madre viviese.
Pensó que haría muy bonito en el cuello de su hermana si tuviera una hermana.
Pensó que le gustaría usarla para pasear a su perro si era capaz de encontrar a
ese golfo de Cisco, sin rabo y tan viejo. Pensó que no estaría mal para sujetar
por el cuello a la tortuga que quería tener. Pensó, al fin, que podía ser un
fajín de general.
Y
pensándolo empezó a desfilar al frente de sus soldados, todos con plumero,
todos con espada.
Los
que lo vieron pasar pensaron que era un niño seguido de nadie. Y al poco rato
un niño seguido de un perro sin rabo.
Pero
Juan Lanas sabía que el perro era su mascota, que los soldados pasaban de
siete, que era todo lo que Juan Lanas podía contar sin equivocarse.
Y
mientras Juan Lanas desfilaba, el niño rico se aburría.
TEXTO 2. Nada, Carmen Laforet.
Al fin se fueron, dejándome con la sombra de los muebles, que la luz de
la vela hinchaba llenando de palpitaciones y profunda vida. El hedor que se
advertía en toda la casa llegó en una ráfaga más fuerte. Era un olor a
porquería de gato. Sentí que me ahogaba y trepé en peligroso alpinismo sobre el
respaldo de un sillón para abrir una puerta que aparecía entre las cortinas de
terciopelo y polvo. Pude lograr mi intento en la medida que los muebles lo
permitían y vi que comunicaba con una de esas galerías abiertas que dan tanta
luz a las casas barcelonesas. Tres estrellas temblaban en la suave negrura de
arriba y al verlas tuve unas ganas súbitas de llorar, como si viera a antiguos
amigos, bruscamente recobrados.
Aquel iluminado palpitar de las estrellas me trajo en un tropel toda mi
ilusión a través de Barcelona, hasta el momento de entrar en este ambiente de
gentes y de muebles endiablados. Tenía miedo de meterme en aquella cama que
parecía un ataúd. Creo que estuve temblando de indefinibles terrores cuando
apagué la vela.
TEXTO 3. Medium, Pío Baroja.
Román languidecía, y
para distraerle, su madre le compró una hermosa máquina fotográfica. Todos los
días íbamos a pasear juntos, y llevábamos la máquina en nuestras expediciones.
Un día se le ocurrió a la madre que los
retratara yo a los tres, en grupo, para mandar el retrato a sus parientes de
Inglaterra. Román y yo colocamos un toldo de lona en la azotea, y bajo él se
pusieron la madre y sus dos hijos. Enfoqué, y por si acaso me salía mal,
impresioné dos placas. En seguida Román y yo fuimos a revelarlas. Habían salido
bien; pero sobre la cabeza de la hermana de mi amigo se veía una mancha oscura.
Dejamos a secar las
placas, y al día siguiente las pusimos en la prensa, al sol, para sacar las
positivas.
Ángeles, la hermana de Román, vino con
nosotros a la azotea. Al mirar la primera prueba, Román y yo nos contemplamos
sin decirnos una palabra. Sobre la cabeza de Ángeles se veía una sombra blanca
de mujer de facciones parecidas a las suyas. En la segunda prueba se veía la
misma sombra, pero en distinta actitud: inclinándose sobre Ángeles, como
hablándole al oído. Nuestro terror fue tan grande, que Román y yo nos quedamos
mudos, paralizados. Ángeles miró las fotografías y sonrió, sonrió. Esto era lo
grave.
Yo salí de la azotea y bajé las
escaleras de la casa tropezando, cayéndome, y al llegar a la calle eché a
correr, perseguido por el recuerdo de la sonrisa de Ángeles. Al entrar en casa,
al pasar junto a un espejo, la vi en el fondo de la luna, sonriendo, sonriendo
siempre.
¿Quién ha dicho que estoy loco?
¡Miente!, porque los locos no duermen, y yo duermo... ¡Ah! ¿Creíais que yo no sabía
esto? Los locos no duermen, y yo duermo. Desde que nací, todavía no he
despertado.
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