lunes, 10 de octubre de 2016

TEMA 2. ANEXO. LOS TIPOS DE TEXTO I. LA DESCRIPCIÓN.


TEMA 2. ANEXO I. TIPOS DE TEXTO I. LA DESCRIPCIÓN.

Definición: la descripción es la representación verbal de los rasgos propios de una cosa, un animal, una persona, un sentimiento o cualquier otra realidad. Al describir expresamos aquellas características suyas que lo hacen peculiar, diferente de otros de su misma clase.

Clasificación de la descripción: hay muchos tipos de descripciones.

1.     Según su finalidad.
a.     Descripción técnica.
Tiene una finalidad práctica: presenta de manera objetiva al lector un objeto clasificando ordenadamente sus rasgos. Un ejemplo de descripción técnica sería la siguiente descripción de los manuscritos de la obra de don Jun Manuel El conde Lucanor: “Manuscrito 6.376 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Letra gótica textual redonda de finales del siglo XIV, a dos columnas, 271 folios en pergamino. Es el más extenso y además de El conde Lucanos incluye los prólogos y el resto de las obras conocidas de don Jun Manuel”.
b.     Descripción publicitaria.
Se seleccionan los aspectos más positivos del producto que se quiere vender con el fin de convencer al lector u oyente para que lo compre, por lo que su finalidad también es práctica, aunque generalmente son descripciones subjetivas. Un ejemplo sería el siguiente: “Nuestra vida se acelera y nos preocupa nuestra salud. Necesitamos alimentos ricos y sanos, que nos ayuden en nuestro esfuerzo diario. Así son ChipSport y SnackFibra, aperitivos tradicionales en su forma y totalmente nuevos en su concepto. Con aromas naturales y deliciosos sabores. Alimentos ricos en sabor y salud. Con vitaminas, minerales y fibra. Bajos en calorías: menos aporte calórico que el snack tradicional.
c.     Descripción literaria.
Tiene una finalidad estética. Predomina la expresividad y la subjetividad. Se recurre a figuras literarias.
En los epígrafes siguientes podréis leer varias descripciones literarias.
2.     Según la actitud del hablante.
a.     Objetiva: si el emisor no emite juicios de valor ni muestra sus sentimientos o emociones. Ejemplo: Julia tiene veinte años, es estudiante de Veterinaria y vive en Madrid.
b.     Subjetiva: si el emisor emite juicios de valor o expresa sus emociones o sentimientos. Ejemplo: Julia es una joven hermosa. Sus preciosos ojos verdes cautivan a quien los mira.

La marcas lingüísticas en las que se puede apreciar la subjetividad del emisor son las siguientes:
-uso de la primera persona (verbos, pronombres, determinativos)
-uso de adjetivos valorativos: feo, bonito, repugnante.
-uso de sufijos apreciativos: diminutivos (muchachita), aumentativos (ojazos) y despectivos (casucha).
-uso de superlativos: prefijos (requetebueno) y sufijos  (malísimo).
-uso de interjecciones: ¡Ay!, oh.
-uso de oraciones exclamativas: ¡Me duele el brazo!
-uso de interrogaciones retóricas: ¿Por qué este inquieto y abrasador deseo?

3.     Según el objeto de la descripción.
a.     De personas o personajes.
-etopeya: se describe el interior del personaje, es decir, su personalidad, su forma de ser, sus vicios y virtudes, sus costumbres… Es una descripción psicológica.

El tonto de aquel pueblo se llamaba Blas. Blas Herrero Martínez. Antes, cuando aún no se había muerto Perejilondo, el tonto anterior, el hombre que llegó a olvidarse de que se llamaba Hermenegildo, Blas no era sino un muchachito algo alelado, ladrón de peras y blanco de todas las iras y de todas las bofetadas perdidas, pálido y zanquilargo, solitario y temblón […].
Era bondadoso y de tiernas inclinaciones y sonreía siempre, con una sonrisa suplicante de buey enfermo, aunque le acabasen de arrear un cantazo, cosa frecuente, ya que los vecinos del pueblo no eran lo que se suele decir unos sensitivos. Blas Herrero Martínez, con su carilla de hurón, movía las orejas- una de sus habilidades- y se lamía el golpe de turno, sangrante con una sangrecita aguada, de feble color de rosa, mientras sonreía de una manera inexplicable, quizá suplicando no recibir la segunda pedrada sobre la matadura de la primera.
Camilo José Cela: El gallego y su cuadrilla.

-prosopografía: se describe la apariencia externa del personaje, sus características físicas (estatura, forma del cuerpo), su rostro, sus ropas, etc. Es una descripción física.

Era Encarnación Guillén la vieja más acartonada, más tiesa, más ágil y dispuesta que se pudiera imaginar. Por un fenómeno común en las personas de buena sangre y portentosa salud, conservaba casi toda su dentadura, que no cesaba de mostrarse entre su labios secos y delgados durante aquel charlar continuo y sin fatiga. Su nariz pequeña, redonda, arrugada y dura como una nuececita, no paraba un instante: tanto la movían los músculos de su cara pergaminosa, charolada por el fregoteo de agua fría que se daba todas las mañanas. Sus ojos, que habían sido grandes y hermosos, conservaban todavía un chispazo azul, como el fuego fatuo bailando sobre el osario. Su frente, surcada de finísimas rayas curvas que se estiraban o se contraían conforme iban saliendo las frases de la boca, se guarnecía de guedejas blancas. Con estos reducidos materiales se entretejía el más gracioso peinado de esterilla que llevaron momias en el mundo, recogido a tirones y rematado en una especie de ovillo, a quien no se podría dar con propiedad el nombre de moño.
Benito Pérez Galdós: La desheredada.

-retrato: se describe tanto el aspecto externo como el interior del personaje, haciendo referencia tanto a sus rasgos físicos como a su personalidad.

Pedro Lloros tenía la tripa triste. Pedro Lloros comía poco, y no siempre. En el verano se alimentaba de peces y cangrejos de río, de tomates y patatas robadas, de pan mendigado, de agua de las fuentes públicas y de sueño. En el invierno de rebañar en las casas limosneras los pucheros, de algún traguillo de vino y también de sueño, que es el mejor manjar de un pobretón. Por la primavera y el otoño, sus pasos se perdían. Pescador era bueno; ladrón, algo torpe; vago, muy vago. Odiaba a los gimnastas. […]
Pedro Lloros poseía un corazón chiquito y veloz. Se asustaba de todo y se apellidaba perfectamente. Era calvo, retorcido, afilado de cara, y llevaba la bola del mundo, en vez de en los hombros, en la barriga. Su madre lo parió sietemesino y zurdo, y su padre no pudo hacer carrera de él porque, a decir verdad, no se empeñó mucho, y Pedro, desde muy chico, quiso no servir para nada.
Ignacio Aldecoa: Los bienaventurados.
-caricatura: descripción de una persona en la que se deforman sus rasgos.

b.     Topografía.
Es la descripción de un lugar. Es frecuente en los relatos literarios, ya que el espacio es fundamental para ubicar a los personajes y éste explica su comportamiento. Los espacios pueden ser interiores o exteriores, naturales o urbanos. El siguiente texto es una descripción de un paisaje, un espacio exterior natural.

Entre el puente de hierro y el puente nuevo el río corre apretado, tumultuoso, amenazante, en esta primavera. Ha llovido mucho. Las aguas hacen remolinos que aparecen y desaparecen en una danza loca. Las aguas se pulimentan en la represa; se estrían, nerviosas, a veces; se aterciopelan otras; gustaría acariciarlas como se acarician las ancas de una yegua preñada. […]
En esta primavera, con las acacias y los castaños esponjados en su rápido florecimiento, el paseo de la orilla izquierda del río se monotoniza de los cantos de los pájaros. Está el suelo cubierto de una débil capa vegetal, amarilla, verde y siena. En los alcorques crece la mala hierba en derredor de los troncos de los árboles. Las hormigas construyen volcancitos de cuyos cráteres surgen en ininterrumpido torrente de lava viva. Alguna lagartija ensaya su primera caza por el pretil del río. Un desagüe da mal olor, que mezclado al de la naturaleza acaba por ser un aroma fuerte, de sustancia fecunda que no molesta demasiado.
Ignacio Aldecoa: Solar del Paraíso.
                      
En las descripciones literarias no sólo es importante describir lo que hay en un lugar, sino también sugerir al lector las sensaciones que produce, es decir, interesa el ambiente. Puede estar definido por sensaciones físicas (luminosidad, u oscuridad, amplitud o densidad, belleza o fealdad…) o por sentimientos o emociones (grandiosidad o intimidad, angustia, horror, paz, armonía, etc).

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.
Leopoldo Alas “Clarín”, La Regenta.


La lengua en la descripción
 

Al leer y analizar una descripción, e igualmente redactarla nosotros mismos, debemos prestar atención a ciertos elementos lingüísticos:
                      
-verbos: abundan los verbos de estado, percepción y proceso: ser, estar, parecer, haber, encontrarse, ver, etc.
-tiempos verbales: si describimos algo como si lo estuviéramos viendo utilizaremos el presente de indicativo; si lo estamos recordando, el pretérito imperfecto de indicativo.
-estilo nominal: las palabras más importantes serán los adjetivos y los sustantivos.


La descripción puede aparecer combinada en un mismo texto con otras modalidades discursivas: se combina con la narración, por ejemplo, en novelas; con la exposición y argumentación en textos científicos y didácticos, etc.

PRÁCTICA DE TEXTOS DESCRIPTIVOS.
                      
TEXTO 1.
Era don Cayetano un viejecillo de sesenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su personilla recordaba la silueta de un buitre de tamaño natural; aunque según otros más se parecía a una hurraca, o a un tordo encogido y despeluznado. Tenía sin duda mucho de pájaro en figura y gestos. Era anguloso y puntiagudo, usaba sombrero de teja de los antiguos, largo y estrecho, de alas muy recogidas, a lo don Basilio. Era miope y corregía el defecto con gafas de oro montadas en nariz larga y corva. Detrás de los cristales brillaban unos ojuelos inquietos, muy negros y muy redondos. [...]. Además de la poesía tenía dos pasiones mundanas: la mujer y la escopeta. A la última ya había renunciado; no a la primera, que seguía adorando con el mismo candoroso culto que a los treinta años. Ni un solo vetustense se habría atrevido a dudar de la castidad casi secular de don Cayetano. Su culto a la dama no tenía nada que ver con las exigencias del sexo. La mujer era el sujeto poético, como él decía. Sentía desde su juventud  imperiosa necesidad de ser galante con las damas, frecuentar su trato y hacerlas objeto de madrigales.

TEXTO 2.
La ciudad despierta. Las desiguales líneas de las fachadas fronterizas a Oriente resaltan al sol en vívida blancura. Las voces de los gallos amenguan. Arriba, en el santuario, una campana tañe con dilatadas vibraciones. Abajo, en la ciudad, las notas argentinas de las campanas vuelan sobre el sordo murmullo de voces, golpazos, gritos de vendedores, ladridos, canciones, rebuznos, tintineos de fraguas, ruidos mil de la multitud que torna a la faena. El cielo se extiende en tersa bóveda de joyante seda azul. Radiante, limpio, preciso aparece el pueblo en la falda del monte. Aquí y allá, en el mar gris de los tejados uniformes, emergen las notas rojas, amarillas, azules, verdes, de pintorescas fachas. En primer término destacan los dorados muros de la iglesia Vieja, con su fornida torre; más abajo, la iglesia Nueva; más abajo, lindando con la huerta, el largo edificio de las Escuelas Pías, salpicado con los diminutos puntos de sus balcones. Y esparcidos por la ciudad entera, viejos templo, ermitas, oratorios, capillas: a la izquierda, Santa Bárbara, San Roque, San Juan, ruinoso; el Niño, con lo tejadillos de sus cúpulas rebajadas; luego, a la derecha, el Hospital, flanqueado de sus dos minúsculas torrecillas; San Cayetano, las Monjas... Las campanas tocan en multiforme campaneo. El humo blanco de las mil chimeneas asciende lento en derechas columnas. En las blanquecinas vetas de los camino pululan, rebullen, hormiguean negros trazos que se alejan, se disgregan, se pierden en la llanura. Llegan ecos de canciones, traqueteos de carros, gritos agudos. La campana de la iglesia Nueva tañe pesada; la del Niño tintinea afanosa; la del Hospital llama tranquila. Y a lo lejos, riente, locuela, juguetona, la de las Monjas canta en menuditos golpes cristalinos...     

TEXTO 3.

Todas las partículas elementales (p.e.) son objetos de masas y dimensiones extremadamente pequeñas. La mayor parte de las partículas tienen masas del orden de la masa del protón, igual a 1,6.10-24 g. (entre las partículas con masa no nula, resulta bastante menor sólo la masa del electrón: 0,9.10-27 g.).  Las dimensiones del protón, pion y otros hadrones son del orden de 10-13  cm. y las del electrón y el muon no se han determinado, pero son menores que 10-16  cm. Las masas y las dimensiones microscópicas de las p.e. ocasionan la específica forma cuántica de su comportamiento. Las longitudes de De Broglie de las p.e., por lo general, son comparables o mayores que sus dimensiones típicas. De acuerdo con esto las regularidades cuánticas son determinantes en la conducta de las p.e.

M. Projórov, dir., Diccionario enciclopédico de la Física, Ed. Mir, 1996.

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