TEMA 2. ANEXO I. TIPOS DE TEXTO I. LA DESCRIPCIÓN.
Definición: la descripción es la representación verbal de
los rasgos propios de una cosa, un animal, una persona, un sentimiento o
cualquier otra realidad. Al describir expresamos aquellas características suyas
que lo hacen peculiar, diferente de otros de su misma clase.
Clasificación de la descripción: hay muchos tipos de
descripciones.
1.
Según su finalidad.
a.
Descripción técnica.
Tiene una finalidad práctica: presenta de
manera objetiva al lector un objeto clasificando ordenadamente sus rasgos. Un
ejemplo de descripción técnica sería la siguiente descripción de los
manuscritos de la obra de don Jun Manuel El
conde Lucanor: “Manuscrito 6.376 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Letra
gótica textual redonda de finales del siglo XIV, a dos columnas, 271 folios en
pergamino. Es el más extenso y además de El conde Lucanos incluye los prólogos
y el resto de las obras conocidas de don Jun Manuel”.
b.
Descripción
publicitaria.
Se seleccionan los aspectos más positivos
del producto que se quiere vender con el fin de convencer al lector u oyente
para que lo compre, por lo que su finalidad también es práctica, aunque
generalmente son descripciones subjetivas. Un ejemplo sería el siguiente:
“Nuestra vida se acelera y nos preocupa nuestra salud. Necesitamos alimentos
ricos y sanos, que nos ayuden en nuestro esfuerzo diario. Así son ChipSport y
SnackFibra, aperitivos tradicionales en su forma y totalmente nuevos en su
concepto. Con aromas naturales y deliciosos sabores. Alimentos ricos en sabor y
salud. Con vitaminas, minerales y fibra. Bajos en calorías: menos aporte
calórico que el snack tradicional.
c.
Descripción literaria.
Tiene una finalidad estética. Predomina
la expresividad y la subjetividad. Se recurre a figuras literarias.
En los epígrafes siguientes podréis leer
varias descripciones literarias.
2.
Según la actitud del
hablante.
a.
Objetiva: si el emisor no emite
juicios de valor ni muestra sus sentimientos o emociones. Ejemplo: Julia tiene
veinte años, es estudiante de Veterinaria y vive en Madrid.
b.
Subjetiva: si el emisor emite
juicios de valor o expresa sus emociones o sentimientos. Ejemplo: Julia es una
joven hermosa. Sus preciosos ojos verdes cautivan a quien los mira.
La marcas lingüísticas en las que se
puede apreciar la subjetividad del emisor son las siguientes:
-uso de la primera persona (verbos,
pronombres, determinativos)
-uso de adjetivos valorativos: feo,
bonito, repugnante.
-uso de sufijos apreciativos: diminutivos
(muchachita), aumentativos (ojazos) y despectivos (casucha).
-uso de superlativos: prefijos
(requetebueno) y sufijos (malísimo).
-uso de interjecciones: ¡Ay!, oh.
-uso de oraciones exclamativas: ¡Me duele
el brazo!
-uso de interrogaciones retóricas: ¿Por qué este
inquieto y abrasador deseo?
3.
Según el objeto de la
descripción.
a.
De personas o
personajes.
-etopeya:
se describe el interior del personaje, es decir, su personalidad, su forma de
ser, sus vicios y virtudes, sus costumbres… Es una descripción psicológica.
El tonto
de aquel pueblo se llamaba Blas. Blas Herrero Martínez. Antes, cuando aún no se
había muerto Perejilondo, el tonto anterior, el hombre que llegó a olvidarse de
que se llamaba Hermenegildo, Blas no era sino un muchachito algo alelado,
ladrón de peras y blanco de todas las iras y de todas las bofetadas perdidas,
pálido y zanquilargo, solitario y temblón […].
Era
bondadoso y de tiernas inclinaciones y sonreía siempre, con una sonrisa
suplicante de buey enfermo, aunque le acabasen de arrear un cantazo, cosa
frecuente, ya que los vecinos del pueblo no eran lo que se suele decir unos
sensitivos. Blas Herrero Martínez, con su carilla de hurón, movía las orejas-
una de sus habilidades- y se lamía el golpe de turno, sangrante con una
sangrecita aguada, de feble color de rosa, mientras sonreía de una manera
inexplicable, quizá suplicando no recibir la segunda pedrada sobre la matadura
de la primera.
Camilo José Cela: El
gallego y su cuadrilla.
-prosopografía:
se describe la apariencia externa del personaje, sus características físicas
(estatura, forma del cuerpo), su rostro, sus ropas, etc. Es una descripción
física.
Era Encarnación Guillén la vieja más
acartonada, más tiesa, más ágil y dispuesta que se pudiera imaginar. Por un
fenómeno común en las personas de buena sangre y portentosa salud, conservaba
casi toda su dentadura, que no cesaba de mostrarse entre su labios secos y
delgados durante aquel charlar continuo y sin fatiga. Su nariz pequeña,
redonda, arrugada y dura como una nuececita, no paraba un instante: tanto la
movían los músculos de su cara pergaminosa, charolada por el fregoteo de agua
fría que se daba todas las mañanas. Sus ojos, que habían sido grandes y
hermosos, conservaban todavía un chispazo azul, como el fuego fatuo bailando
sobre el osario. Su frente, surcada de finísimas rayas curvas que se estiraban
o se contraían conforme iban saliendo las frases de la boca, se guarnecía de
guedejas blancas. Con estos reducidos materiales se entretejía el más gracioso
peinado de esterilla que llevaron momias en el mundo, recogido a tirones y
rematado en una especie de ovillo, a quien no se podría dar con propiedad el
nombre de moño.
Benito Pérez Galdós: La desheredada.
-retrato: se describe tanto el aspecto
externo como el interior del personaje, haciendo referencia tanto a sus rasgos
físicos como a su personalidad.
Pedro Lloros tenía la tripa triste. Pedro
Lloros comía poco, y no siempre. En el verano se alimentaba de peces y
cangrejos de río, de tomates y patatas robadas, de pan mendigado, de agua de
las fuentes públicas y de sueño. En el invierno de rebañar en las casas
limosneras los pucheros, de algún traguillo de vino y también de sueño, que es
el mejor manjar de un pobretón. Por la primavera y el otoño, sus pasos se
perdían. Pescador era bueno; ladrón, algo torpe; vago, muy vago. Odiaba a los
gimnastas. […]
Pedro Lloros poseía un corazón chiquito y
veloz. Se asustaba de todo y se apellidaba perfectamente. Era calvo, retorcido,
afilado de cara, y llevaba la bola del mundo, en vez de en los hombros, en la
barriga. Su madre lo parió sietemesino y zurdo, y su padre no pudo hacer
carrera de él porque, a decir verdad, no se empeñó mucho, y Pedro, desde muy
chico, quiso no servir para nada.
Ignacio Aldecoa: Los bienaventurados.
-caricatura: descripción de una
persona en la que se deforman sus rasgos.
b.
Topografía.
Es la descripción de un lugar. Es
frecuente en los relatos literarios, ya que el espacio es fundamental para
ubicar a los personajes y éste explica su comportamiento. Los espacios pueden
ser interiores o exteriores, naturales o urbanos. El siguiente texto es una
descripción de un paisaje, un espacio exterior natural.
Entre el
puente de hierro y el puente nuevo el río corre apretado, tumultuoso,
amenazante, en esta primavera. Ha llovido mucho. Las aguas hacen remolinos que
aparecen y desaparecen en una danza loca. Las aguas se pulimentan en la
represa; se estrían, nerviosas, a veces; se aterciopelan otras; gustaría
acariciarlas como se acarician las ancas de una yegua preñada. […]
En esta
primavera, con las acacias y los castaños esponjados en su rápido
florecimiento, el paseo de la orilla izquierda del río se monotoniza de los
cantos de los pájaros. Está el suelo cubierto de una débil capa vegetal,
amarilla, verde y siena. En los alcorques crece la mala hierba en derredor de
los troncos de los árboles. Las hormigas construyen volcancitos de cuyos
cráteres surgen en ininterrumpido torrente de lava viva. Alguna lagartija
ensaya su primera caza por el pretil del río. Un desagüe da mal olor, que
mezclado al de la naturaleza acaba por ser un aroma fuerte, de sustancia
fecunda que no molesta demasiado.
Ignacio Aldecoa: Solar del Paraíso.
En
las descripciones literarias no sólo es importante describir lo que hay en un
lugar, sino también sugerir al lector las sensaciones que produce, es decir,
interesa el ambiente. Puede estar
definido por sensaciones físicas (luminosidad, u oscuridad, amplitud o
densidad, belleza o fealdad…) o por sentimientos o emociones (grandiosidad o
intimidad, angustia, horror, paz, armonía, etc).
La heroica ciudad dormía la siesta. El
viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se
rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el
rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de
arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y
persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en
sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la
basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como
dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando
unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras
hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que
llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años,
en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.
Leopoldo Alas “Clarín”, La Regenta.
La lengua en la descripción
Al
leer y analizar una descripción, e igualmente redactarla nosotros mismos,
debemos prestar atención a ciertos elementos lingüísticos:
-verbos:
abundan los verbos de estado, percepción y proceso: ser, estar, parecer, haber,
encontrarse, ver, etc.
-tiempos
verbales: si describimos algo como si lo estuviéramos viendo utilizaremos el
presente de indicativo; si lo estamos recordando, el pretérito imperfecto de
indicativo.
-estilo
nominal: las palabras más importantes serán los adjetivos y los sustantivos.
La descripción puede
aparecer combinada en un mismo texto con otras modalidades discursivas: se
combina con la narración, por ejemplo, en novelas; con la exposición y
argumentación en textos científicos y didácticos, etc.
PRÁCTICA DE TEXTOS DESCRIPTIVOS.
TEXTO
1.
Era don Cayetano un
viejecillo de sesenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de
cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su
personilla recordaba la silueta de un buitre de tamaño natural; aunque según
otros más se parecía a una hurraca, o a un tordo encogido y despeluznado. Tenía
sin duda mucho de pájaro en figura y gestos. Era anguloso y puntiagudo, usaba
sombrero de teja de los antiguos, largo y estrecho, de alas muy recogidas, a lo
don Basilio. Era miope y corregía el defecto con gafas de oro montadas en nariz
larga y corva. Detrás de los cristales brillaban unos ojuelos inquietos, muy
negros y muy redondos. [...]. Además de la poesía tenía dos pasiones mundanas:
la mujer y la escopeta. A la última ya había renunciado; no a la primera, que
seguía adorando con el mismo candoroso culto que a los treinta años. Ni un solo
vetustense se habría atrevido a dudar de la castidad casi secular de don
Cayetano. Su culto a la dama no tenía nada que ver con las exigencias del sexo.
La mujer era el sujeto poético, como él decía. Sentía desde su juventud imperiosa necesidad de ser galante con las
damas, frecuentar su trato y hacerlas objeto de madrigales.
TEXTO
2.
La ciudad despierta. Las desiguales líneas de las
fachadas fronterizas a Oriente resaltan al sol en vívida blancura. Las voces de
los gallos amenguan. Arriba, en el santuario, una campana tañe con dilatadas
vibraciones. Abajo, en la ciudad, las notas argentinas de las campanas vuelan
sobre el sordo murmullo de voces, golpazos, gritos de vendedores, ladridos,
canciones, rebuznos, tintineos de fraguas, ruidos mil de la multitud que torna
a la faena. El cielo se extiende en tersa bóveda de joyante seda azul.
Radiante, limpio, preciso aparece el pueblo en la falda del monte. Aquí y allá,
en el mar gris de los tejados uniformes, emergen las notas rojas, amarillas,
azules, verdes, de pintorescas fachas. En primer término destacan los dorados
muros de la iglesia Vieja, con su fornida torre; más abajo, la iglesia Nueva;
más abajo, lindando con la huerta, el largo edificio de las Escuelas Pías,
salpicado con los diminutos puntos de sus balcones. Y esparcidos por la ciudad
entera, viejos templo, ermitas, oratorios, capillas: a la izquierda, Santa
Bárbara, San Roque, San Juan, ruinoso; el Niño, con lo tejadillos de sus
cúpulas rebajadas; luego, a la derecha, el Hospital, flanqueado de sus dos
minúsculas torrecillas; San Cayetano, las Monjas... Las campanas tocan en
multiforme campaneo. El humo blanco de las mil chimeneas asciende lento en
derechas columnas. En las blanquecinas vetas de los camino pululan, rebullen,
hormiguean negros trazos que se alejan, se disgregan, se pierden en la llanura.
Llegan ecos de canciones, traqueteos de carros, gritos agudos. La campana de la
iglesia Nueva tañe pesada; la del Niño tintinea afanosa; la del Hospital llama
tranquila. Y a lo lejos, riente, locuela, juguetona, la de las Monjas canta en
menuditos golpes cristalinos...
TEXTO 3.
Todas las partículas
elementales (p.e.) son objetos de masas y dimensiones extremadamente pequeñas.
La mayor parte de las partículas tienen masas del orden de la masa del protón,
igual a 1,6.10-24 g. (entre las partículas con masa no nula, resulta
bastante menor sólo la masa del electrón: 0,9.10-27 g.). Las dimensiones del protón, pion y otros
hadrones son del orden de 10-13
cm. y las del electrón y el muon no se han determinado, pero son menores
que 10-16 cm. Las masas y las
dimensiones microscópicas de las p.e. ocasionan la específica forma cuántica de
su comportamiento. Las longitudes de De Broglie de las p.e., por lo general,
son comparables o mayores que sus dimensiones típicas. De acuerdo con esto las
regularidades cuánticas son determinantes en la conducta de las p.e.
M. Projórov, dir., Diccionario enciclopédico de la Física, Ed. Mir, 1996.
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